SALUD

POR UNA VIDA MEJOR Y MÁS SALUDABLE PARA NUESTRAS Y NUESTROS JÓVENES

Muchas veces se me pide opinión sobre el consumo de sustancias en jóvenes, y me parece necesario que en primer lugar se comprenda el contexto general donde este consumo se enmarca, es decir, una cultura que valora y propone la satisfacción rápida e inmediata para tramitar emociones, donde la lógica que rige al consumo de sustancias se nutre de las formas en las que funciona la sociedad de consumo, de los hábitos que fomenta, de las maneras de vincularse que propone, de los modos de circulación de los afectos que promueve, y de los tiempos que exige.

Luego es clave preguntarse quiénes son las y los adolescentes de hoy. Tener en claro que para construir identidad, las juventudes cuestionan al mundo adulto a la vez que refuerzan los lazos con los pares, y es en ese cruce donde el consumo -que puede ser desde la ropa o los auriculares hasta las sustancias legales como el alcohol- empieza a representar un modo de pertenencia y de generación de identidad.

«Para no sentirme solo/a», «Para divertirme», «Porque tengo problemas personales», son las respuestas comunes que obtenemos cuando indagamos acerca de las motivaciones de consumo. En este escenario, vemos necesario que el mundo adulto intervenga e interpele estas prácticas, porque es indispensable que los adultos estén presentes para marcar los límites en ciertas situaciones y para acompañar esta etapa de desarrollo. Millones de chicas y chicos de nuestro país necesitan voces colectivas que les den consejos de cuidado, prevengan e informen.

En este sentido, no hay que olvidar el rol de cuidado que tiene la escuela. Pensarla en tiempos de pandemia significa planificar cómo estar cerca con la tecnología, cómo armar espacios específicos de consejería y de escucha donde las y los jóvenes puedan decir algo en relación a lo que les pasa.

Desde Sedronar impulsamos la Coordinación de Juventudes y venimos trabajando en conjunto con las áreas de Educación en la implementación de los lineamientos curriculares, en establecer estrategias de abordaje, en cómo mirar, cómo hacer un protocolo donde todos los adultos de la escuela se pongan de acuerdo en que hay que escuchar, dar información clara y confiable en relación a qué pasa con los cuerpos, en relación a cómo hacer que se cuiden entre ellos.

Hace falta que haya debates, que las juventudes hablen de lo que les pasa, que compartan información, que investiguen qué efecto provocan las sustancias en el organismo, cómo cuidar a un amigo que consumió de más, entre otros temas.

El alcohol, siendo una droga legal, es la sustancia con mayor prevalencia de consumo y la que lidera las estadísticas a nivel nacional, regional y mundial de morbilidad y mortalidad (daños, complicaciones de salud, accidentes y muertes) asociadas a su consumo.

En nuestro país, es la sustancia de mayor acceso y disponibilidad, además de ser la más consumida por las juventudes a edades cada vez más tempranas. Esta realidad debe interpelarnos como sociedad e impulsarnos a actuar, a cuidar nuestras juventudes para que puedan elegir en libertad, una vida mejor y más saludable.

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